martes, 10 de febrero de 2015

Siempre había creído en las señales del destino... ella, una mujer de ciencias, observando cada gesto, cada palabra, cada movimiento de los otros para encontrar señales inequívocas de ... ¿de qué? ¡Qué risa le provocaba ahora esa estupidez! Más que risa, una mueca dolorosa...
 Trece de septiembre... era mal día... sin embargo era su mes favorito, el mes del nacimiento de su abuelo, ese ser maravilloso con quien siempre compartió tantas cosas.. Por eso no puso impedimentos a la conversación que ese chico,  al que acababa de presentarle su amiga,  iniciaba con una timidez que casi parecía desgana... ¡Y de repente...! ¡Otra señal! ¿Me permites requebrarte? Ja Ja ja ¡Ahí estaba! Esa palabra... se encontraba en uno de los pasajes de su novela favorita, Pepita Jiménez : "en tan angustiosa situación empezó don Gumersindo a frecuentar la casa de Pepita  y de su madre y a requebrar a Pepita con  más ahínco y persistencia que solía requebrar a otras"... requebrar Le pareció tan tierna esa palabra en sus labios que se dejó llevar...
         Trece de septiembre otra vez... Han pasado muchos trece de septiembre en su vida Demasiados... Llenos de todo aquello que nunca pensó encontrar en su camino...
Faltan dos horas y media ... tiempo suficiente... aunque su cuerpo se mueve con lentitud... su cuerpo ha activado un mecanismo de defensa que le permite andar de puntillas por la vida, sin molestar, sin molestarle...ahora que él no está, todo su ser sigue esas mismas pautas, aprendidas por pura supervivencia... le viene la imagen de su abuelo, cuando ella aún era una niña y todavía sonreía.. su mundo era maravilloso. Le explicó que los animales y las plantas se adaptaban al medio...le habló del koala, que había adaptado sus extremidades para poder  vivir en las ramas de los árboles... no recordaba bien cómo se lo contó ... pero esa idea quedó grabada en su conciencia... y hoy entendía que ella había hecho lo mismo en su árbol...sobrevivir... adaptarse a unas condiciones de vida difíciles... callar... No podía imaginar el dolor que le causaría a sus padres.. a sus hermanas...
Faltan dos horas... coge su bolso... mete el cepillo de dientes en el neceser, pasea por la casa, observa las orquídeas que están en el balcón y abre un poco la persiana para que les entre luz... De un manotazo tira la jardinera y la tierra mancha sus botas.. pisa cada una de las flores de la planta, y luego hace lo mismo con las restantes plantas... Esas que a él le  gusta regalarle cada día después de la tormenta, como  llama  a esos momentos que marcan cada centímetro de su piel, de su alma.. se  ríe.. a carcajadas... piensa que le gustaría estar  presente cuando él, meticuloso y ordenado hasta la patología, vea ese desastre en el balcón. Solo queda una hora y media..
La última señal en la que decidió centrar su atención fue en la lectura que llegó a sus manos casi por casualidad. Él, se titulaba el libro que leía la muchacha en el tranvía. Mercedes Pinto, la autora.. en la primera librería que encontró  pidió ese título... tras leerlo,  quedó horrorizada .. Vio su reflejo y el  de otras muchas, así que decidió escapar de esa vida... escapar de la vida que él le había obligado a vivir ...
Una hora...imbuida por una fuerza extraña y ajena a su ser, que poco a poco sale del letargo, sabedor de que ha llegado el final de esa época de dolor, abre el armario y comienza a tirar por el suelo esa ropa que con tanto esmero lleva quince años lavando, planchando y colocando... Luego se pasa al despacho, y hace lo mismo con todos los documentos ordenados meticulosamente...
Media hora... se va... Sale a la calle y por primera vez respira un aire nuevo, bajo esa llovizna dulce que comienza a caer... con  los ojos cerrados mira al cielo, extiende sus manos y oye una voz que le da la pista definitiva : "¡coge con fuerza el cristal muchacho, que se va a requebrar y perderemos el día de trabajo...!" ¡Maldita polisemia...! Ya se lo preguntó el primer día: ¿me permites requebrarte? Y ella aceptó ... Comienza a caminar  con los cachitos de sí misma en las manos, dispuesta a pegarlos y a rehacerse... También entiende por fin que la lluvia que ahora comienza a caer con fuerza, no es una mala señal, es un agua purificadora que abre las puertas de su libertad.


Piedraluna  ©

2 comentarios:

  1. Cuanto más lo leo, Piedraluna, más me gusta tu relato. ¡Felicidades por tu primera criatura! Es bella.

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