Siempre había creído en las señales del destino... ella, una mujer de
ciencias, observando cada gesto, cada palabra, cada movimiento de los otros
para encontrar señales inequívocas de ... ¿de qué? ¡Qué risa le provocaba ahora esa estupidez! Más que risa, una mueca dolorosa...
Trece de septiembre... era mal día... sin embargo era su mes favorito, el
mes del nacimiento de su abuelo, ese ser maravilloso con quien siempre compartió
tantas cosas.. Por eso no
puso impedimentos a la conversación que ese chico,
al que acababa de presentarle su amiga,
iniciaba con una timidez que casi parecía desgana... ¡Y de repente...! ¡Otra señal! ¿Me permites requebrarte? Ja… Ja ja… ¡Ahí estaba! Esa palabra... se encontraba en
uno de los pasajes de su novela favorita, Pepita Jiménez : "en tan angustiosa situación empezó don Gumersindo a frecuentar la casa de
Pepita y de su madre y a requebrar a
Pepita con más ahínco y persistencia que solía requebrar a otras"... requebrar… Le pareció tan tierna esa palabra en sus labios que se dejó llevar...
Trece de septiembre otra vez... Han
pasado muchos trece de septiembre en su vida… Demasiados...
Llenos de todo aquello que nunca pensó encontrar en su camino...
Faltan dos horas y media ... tiempo
suficiente... aunque su cuerpo se mueve con lentitud... su cuerpo ha activado
un mecanismo de defensa que le permite andar de puntillas por la vida, sin
molestar, sin molestarle...ahora que él no está, todo su ser sigue esas mismas pautas,
aprendidas por pura supervivencia... le viene la imagen de su abuelo, cuando
ella aún era una niña y todavía sonreía.. su mundo era maravilloso. Le explicó
que los animales y las
plantas se adaptaban al medio...le habló del koala, que había adaptado sus extremidades para
poder vivir en las ramas de los árboles... no recordaba bien cómo se lo contó ... pero esa idea quedó
grabada en su conciencia...
y hoy entendía que ella había hecho lo mismo en su árbol...sobrevivir... adaptarse a unas
condiciones de vida difíciles... callar... No podía imaginar el dolor que le causaría a sus padres.. a sus hermanas...
Faltan dos
horas... coge su bolso... mete el cepillo de dientes en el neceser, pasea por
la casa, observa las orquídeas que están en el balcón y abre un poco la persiana para que les
entre luz... De un manotazo tira la jardinera y la tierra mancha sus botas..
pisa cada una de las flores de la planta, y luego hace lo mismo con las
restantes plantas... Esas que a él le gusta
regalarle cada día después de la tormenta, como
llama a esos momentos que marcan
cada centímetro de su piel, de su alma.. se ríe.. a carcajadas... piensa que le gustaría estar
presente cuando él, meticuloso y ordenado hasta la patología, vea ese desastre en el balcón. Solo queda una hora y media..
La última señal en la que decidió centrar su atención fue en la lectura que llegó
a sus manos casi por
casualidad. Él, se titulaba el libro que leía la muchacha en el tranvía. Mercedes Pinto, la autora.. en la
primera librería que encontró
pidió
ese título... tras leerlo, quedó horrorizada .. Vio su reflejo y el de otras muchas, así que decidió escapar de esa vida... escapar de la vida
que él le había obligado a vivir ...
Una
hora...imbuida por una fuerza extraña y ajena a su ser, que poco a poco sale del letargo, sabedor
de que ha llegado el final de esa época de dolor, abre el armario y comienza a tirar por
el suelo esa ropa que con tanto esmero lleva quince años lavando, planchando y colocando...
Luego se pasa al despacho, y hace lo mismo con todos los documentos ordenados
meticulosamente...
Media hora...
se va... Sale a la calle y por primera vez respira un aire nuevo, bajo esa
llovizna dulce que comienza a caer... con
los ojos cerrados mira al cielo, extiende sus manos y oye una voz que le
da la pista definitiva : "¡coge con fuerza el cristal muchacho, que se va a
requebrar y perderemos el día de trabajo...!" ¡Maldita polisemia...! Ya se lo preguntó
el primer día: ¿me permites requebrarte? Y ella aceptó
... Comienza a caminar con los cachitos de sí
misma en las manos, dispuesta
a pegarlos y a rehacerse... También entiende por fin que la lluvia que ahora comienza a
caer con fuerza, no es una mala señal, es un agua purificadora que abre las puertas de su
libertad.
Piedraluna ©
Cuanto más lo leo, Piedraluna, más me gusta tu relato. ¡Felicidades por tu primera criatura! Es bella.
ResponderEliminarPrecioso
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